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Wednesday Oct 24, 2018
¡Jesús Hijo de David, Ten compasión de mi!-30o. Domingo Ordinario
Wednesday Oct 24, 2018
Wednesday Oct 24, 2018
En este domingo vemos el consuelo de Dios, quien sana y salva a su pueblo
“¡Ha salvado el Señor a su pueblo, al Resto de Israel.” Jeremías 31:7
En la primera lectura de este domingo el profeta Jeremías, escribiendo durante el exilio, proclama un oráculo de Dios contando a los Israelitas la grandeza de la salvación que el Señor Dios efectuaría en ellos, rescatándolos del “país del norte” que es el imperio de Asiria, a donde habían sido exiliados. “Den gritos por Jacob”, nos dice el profeta. Jacob aquí representa a todo el pueblo de Israel, ya que Jacob por sus doce hijos fundó la nación de Israel. Nos relata Jeremías que nada va impedir el retorno de los desterrados, el ciego, el cojo, la mujer embarazada, todos van a regresar, sin importar las dificultades. Esto nos da la pauta para una reflexión sobre el significado espiritual de estas palabras. ¿Cuántas veces nosotros pensamos que nos es imposible seguir a Dios porque somos pecadores? Se nos hace imposible en nuestra debilidad el realizar nuestro llamado universal a la santidad. Pero aquí nos dice Jeremías, entre esos que el Señor lleva de regreso a la tierra de la promesa, la tierra prometida están los ciegos, los cojos, las mujeres embarazadas. ¡Para Dios no hay imposible! Dios nos quiere llevar a nuestro destino, hacia la Jerusalén celestial, sea el estado en el que nos encontremos. Solamente dile si al Señor, entregando tu vida a Él, y dando testimonio con tu vida de tu fe y de la salvación que Dios te ha dado.
“Tú eres sacerdote eterno, como Melquisedec.” - Hebreos 5:6
En la segunda lectura de este domingo continua el tema de la semana pasada, hablando de Jesús como el verdadero Sumo Sacerdote. Verdadero en el hecho de que Jesús sí de una vez por todas nos puede liberar del pecado, a diferencia del antiguo sacerdocio, que debía repetir los sacrificios de expiación por los pecados. El sacrificio de Jesús en la cruz es por siempre eficaz e irrepetible. De esta manera Jesucristo es el único sacerdote, los demás sacerdotes a través de la historia antes de su venida, son prefiguraciones de este único y perfecto sacerdocio de Cristo. Ahora te puedes preguntar, ¿en dónde figuran los sacerdotes católicos, si el sacerdocio de Jesús en único? Bien, pues ellos son una extensión del sacerdocio de Cristo. Ellos no actúan por su propia cuenta, sino en participación del sacerdocio de Cristo; “in persona Christi,” como lo dice la frase en Latín. De esta manera, como la Iglesia enseña, cuando el sacerdote bautiza, es Cristo quién bautiza. Cuando el sacerdote consagra las ofrendas, es Jesús quien las consagra. Por eso nosotros los católicos brindamos ese respeto a nuestros sacerdotes. En estos días que la Iglesia nos presenta la imagen de Jesús como nuestro sumo sacerdote, oremos por todos nuestros sacerdotes, para que sean siempre fiel a su llamado y nos lleven siempre hacia la santidad.
“¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mi!”
En el evangelio de este domingo tenemos este episodio tan conmovedor del ciego Bartimeo. Que grande la fe de este hombre, quien al enterarse de que Jesús pasaba por ahí grita: “¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mi!” Esta fe es digna de imitación, y de hecho la Iglesia lo ha inmortalizado, al hacer la esencia de su grito parte de la liturgia. En el Rito Penitencial cada domingo, al congregarnos para adorar a Dios, sintiéndonos en su presencia, también nosotros aclamamos: “¡Señor ten piedad de nosotros, Cristo ten piedad de Nosotros!”
La gente buscaba callar a Bartimeo, pero él gritaba con más fuerza. ¿Cuántas veces el mundo también busca callar la voz de nuestra fe? Como Bartimeo debemos perseverar en la oración y seguir proclamando nuestra fe en Jesus quien nos salva. Y llega el momento en que Jesús lo llama. ¿Cuantas veces nuestro Dios no nos extiende el llamado? Debemos imitar aquí también a Bartimeo, y de un salto, dejar todo lo que nos detiene, y venir al encuentro con Cristo. Y la pregunta: “¿qué quieres que haga por ti?” debemos hacerla hoy dirigida a nuestro Dios. Al Dios que nos ha llamado, que nos ha sanado debemos preguntar ¿qué quieres que haga, cual es tu voluntad? Hermanos y hermanas, en esta semana te invito a incluir esta pregunta en tu oración, imitando la perseverancia y pronta reacción de Bartimeo.
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